Pajarito // TitiriterA
[Svenska]
Madera
De vez en cuando, me llaman para trabajar en el aserradero. El trabajo es bastante simple, aunque siempre se corre el riesgo de perder una mano. Hace varios años trabajé en una carpintería artesanal. Allí aprendí a cortar madera en un corte en línea recta y perfecto.
El trabajo en el aserradero es muy monótono. Se trata de cortar la madera en listones o trozos simétricos. Para eso, la empujo hacia la sierra deslizándome apenas en un solo movimiento del torso. Apoyo las manos sobre la madera y la empujo estirándome como un gato después de un sueño profundo, desperezándose hacia la cuchilla, firme, sin miedo, despertando.
Mientras cortaba la madera, pensaba en escribir. Me he dado cuenta de que estar en situaciones de riesgo en un ambiente monótono (un ruido, un movimiento que se repite) crea en mí la desconexión precisa para escribir. Yo pensaba que para escribir necesitaba silencio y soledad, pero de eso he estado rodeada últimamente y al parecer no sirve. No he escrito nada. Solo he tratado de llenar el silencio y la soledad con películas o con los ruidos de los electrodomésticos. Le echaba la culpa de la ausencia de palabras (escritas) a mi trabajo en la veterinaria.
Había días en que me lamía la cola y maullaba después del almuerzo, abría las alas como un pajarito, apurándome para no perder el bus, o ladraba cuando alguien se me acercaba.
Pero ayer en el aserradero fueron cayendo palabras como viruta. Escribí mentalmente un cuento, pero cuando llegué a casa estaba muy cansada, me acosté en el sofá y me quedé dormida con el olor a pino impregnado en el cuerpo.
Olvidé el cuento.
Soñé que era un pino. Cuando los pinos se ven en medio de una tormenta que intenta quebrarlos, el árbol produce un tipo de madera de calidad distinta de la del resto del tronco. Los vientos huracanados suelen venir del sur, por eso los pinos tienen esa madera indestructible y que los mantiene de pie a sus espaldas. No ponen su pecho de acero en contra del viento, su resistencia es flexible y se esconde a la mirada de la tormenta, su fortaleza calma y discreta desconcierta al viento y aviva su furia.
Solo saben de su fortaleza aquellos que la poseen, y se reconocen entre ellos cuando se alinean para resistir el viento: van con- templando la fortaleza del que está adelante, mientras el viento se disipa, vencido, entre ellos, como se disiparían los sermones apocalípticos entre un grupo de leones dormidos.