Los poemas seleccionados forman parte de la serie de poesía Baltic Humanoids curada por Roxana Crisólogo y José Luis Rico, impulsada por NOXLit y Sivuvalo.
Traducciones de Zoila Forss
y Roxana Crisólogo Correa
Poemas del libro Naku
(Poesia, Helsinki, 2009)
Una mujer mayor ama tal y como solo aman las mujeres mayores, mirada redonda en los ojos dispuestos, la punta del túnel en el campo visual, luz. La puerta está abierta, el regazo arrugado como papel de seda refinado. Ella tiene los labios pintados y un resfrío. Ella suelta las amarras y recibe las olas, ahí empieza el patrón conocido, rodamos y rodamos huyendo de la corriente. En la orilla la repliego en forma de cisne, rojo como una matriz y un grito en la clínica de maternidad.
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Agua flotante en una gran habitación, en los ojos un turbio miedo a nadar, la mujer bracea hasta removerse las arrugas. La tierra es tan hermosa, peligrosos juegos con las paredes. Los hombres atrapan, un pez grande, bajo las escamas electricidad, oxígeno electrónico de los cables. Esto es parte del tratamiento, dicen ellos, esto es por tu bien, dicen ellos, esto es justo para ti, dicen ellos, y la mujer chapotea a contracorriente, fondo de cenagosa sorpresa, viene viene viene, branquias hasta el patio.
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El techo comienza a reflejar películas de amor en blanco y negro, pongo un anuncio en el periódico: se renta espécimen raro. El portero me ata a la cama, con firmeza, me rocía con crema de chocolate, me deja esperando a que alguien venga. Los vasos sanguíneos de las paredes se dilatan rítmicamente, en apacible compás, la escalera del pasillo se transforma en una larga fila de gente para ser amada. Hay delicias disponibles, clamo, siéntanse como en su casa. Vienen uno a uno, por turnos, crema reptante de una zona de la ciudad, vierten a la resbaladiza rampa, salpican a los pechos tal luces de bengala. Por la noche respiro hacia el espejo, aún emana vapor, en la puerta unos zapatos livianos vigilan con los tacones de aguja hacia arriba.
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En cada esquina de la calle una mujer se masturba, enseña el fascinante lenguaje de señas. Piernas bifurcadas, flexibles ramas, de la herida crece un oscuro trébol. Nadie repara cómo miro y succiono, recibo el partido collar de perlas. Desde la planta de mi zapato atisba una tímida floración, quiero contar cómo se dobla mi pierna. Cómo el chasquido logra que la lengua suelte su tendón, la carne sus uniones, el ojo su percepción. Por turnos soltamos los corazones, circulan de mano en mano. De la boca salen las más sutiles interjecciones, el grito no termina nunca por completo. La mujer alarga una mano, susurra: aquí hay un ave, un ave sin voz, un ave que duerme. Búscale a ella un significado, a ti misma el permiso para respirar.
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Los besos en las mejillas son un consuelo tan grande como una docena de rosas escarlatas. Zapateo, el piso chilla, el temblor hace la casa hundirse, bajo la pila de ladrillos asoma una uña, bajo la uña tierra. Comienzo a despedir un aroma, aroma a naranja, de esa forma me pueden hallar, el aroma es la carne y la carne es mía. He estado perdida por diez horas, pega la oreja a la tierra, escuchas el sonido silbante de las alas. Escarba, aprecio manos, que saben arreglar, en la autopsia no se arregla, se abre, del pecho despega una bandada de colibríes, domina el estado del tiempo, el estado aéreo, el estado de ánimo, elige de las flores las más hermosas.